Las cosas como son
Tengo la sensación de que tenemos
temor. Sí, tenemos miedo de participar, de escribir, de opinar, de levantar un
poco la voz… Pero quienes deben temer son las autoridades, pues son ellas las
que poseen trapos sucios, no nosotros.
Es lógico, podemos perder el
trabajo. La mayotra venimos de los 90’. Además, tenemos un Curriculum Vitae
demorado por el mercado de trabajo. Sumemos en color azul, hijos que mantener,
responsabilidades y deudas. Estas son siempre rojas incandescentes.
A mí se me despide por algo
puntual, por algo escarapela, por un punto que era para despedir. Supuestamente…
Cuando una encuesta de “satisfacción del personal” preguntaba: “¿Qué otros beneficios sugiere para que el
Consejo les brinde a sus empleados?” Respondí: “Sería realmente interesante ver la manera de dejar de tercerizar al
sector de limpieza y del comedor, así ellos son beneficiados con los mismos
beneficios que el resto de nosotros. En segundo lugar, sería una cosa seria,
ver la forma y la manera de generar las condiciones necesarias para crear en un
futuro, algún tipo de representación sindical interna. Pues considero que ambas
cuestiones, contribuirían a la calidad y excelencia tan anheladas por el
Consejo”
Seguramente, mientras leían mí
respuesta, se habrán preguntado ¿Pero que quiere este tipo?, ¿después de decir
eso, cómo no lo van a rajar a la mierda? Y si pensaron así, compañeras y compañeros,
déjenme decirles que se equivocaron. Sí,
creo que se equivocaron. Piensan así, porque piensan igual que las autoridades.
Las autoridades, triunfaron, porque lograron que nosotros pensemos como ellas y
ellos piensan. Nosotros pensamos, que es lógico despedir a un empleado por
opinar así. Por lo tanto, nosotros pensamos igual que ellos. Igual que ellos
que ganan 5, 6,11 y más veces más que nosotros.Y ¿Saben cómo se llama eso? Eso se llama dominación simbólica.
Pero en realidad, nosotros, no deberíamos pensar igual que ellos.
Pero en realidad, nosotros, no deberíamos pensar igual que ellos.
Solo una anécdota para colorear
el relato: desde que me despidieron, ya hace más de cuatro meses, he contado,
no se ya cuantas veces lo sucedido. La gran mayoría de las veces, cuando
al interlocutor que me interpela le
cuento lo acontecido, me mira como diciéndome: “¿Pero bue, que querés vos? ¿Después de eso, cómo no te van a despedir?
” Por ahí su boca no lo manifiesta
textualmente…pero todo su cuerpo, todo su inmenso gesto, me invita a pensar que
él piensa así... simplemente como ellos.
La fosforescente encuesta de satisfacción
del personal que completé, era luminosamente anónima. Luminosamente anónima se
decía ella. Era brillante, por lo tanto nominada. Las encuestas tenían nombre y
apellido. Hasta DNI, grupo sanguíneo y huellas digitales. Pues, nunca se
respetaron mecanismos que garantizan el anonimato a falta de legítimos
sindicatos.
Compañeras y compañeros,
sencillamente las encuestas de satisfacción del personal marcadas estaban. Sí, estaban marcadas. Para
que no quepan dudas, las autoridades llamaron a las autoridades de la grafía.
Así es, llamaron a una maternal períto-calígrafa
o a un paternal períto-calígrafo para que asegurase que la letra era mía. Y así
fue, ella o él, dijo simplemente que sí, que era mía la letra esa. (Primera marca)
Y así fue que me
despidieron…dieron. Me dejaron simplemente en la calle.
Pero no le perdamos el ojo a la
encuesta. Imaginemos su recorrido:
Yo, completo la encuesta en
publicaciones; lo hago a puño y letra. (segunda
marca)
Se la doy a una
secretaria.
Ella, la deja en la gaveta, conjuntamente
con las encuestas del resto de mis compañeros del sector.
Más tarde, un compañero de correspondencia pasa a retirarlas.
Más tarde, un compañero de correspondencia pasa a retirarlas.
Las encuestas son
entregadas por sectores.
Las encuestas
racionalmente son entregadas por sectores. (Tercera
marca)
Ya las encuestas sobre
el escritorio de la gerente de calidad... son
leídas por ella.
Ella rápidamente las lee, hasta que se demora en una de ellas.
Algo pasó...algo la detuvo.
A ella le preocupa lo
leído. Primero se alarma. Después se enorgullece.
Ella, además de la
calidad, persigue.
Lo llama al gerente de
RR.HH. y le dice: “Encontré un rojo
bolchevique. ¡Tenemos que reunirnos!”
Ella apurada, sin
ningún tipo de disimulo se dirige orgullosa por su hallazgo, a la oficina del
cano gerente con la encuesta revoloteando en su mano izquierda.
La derecha, la tiene
ocupada emprolijándose.
Ella encontró un escondido,
encontró un camuflado. En definitiva, ella descubrió algo.
Se reúnen, conversan,
especulan. Ellos se entienden. Saben lo que hacen.
El cano gerente, seguro
de sí, con autoridad y solvencia, después de lo conversado llama al secretario.
Se reúnen los tres.
Están reunidos en la oficina del secretario.
Es una reunión amena. Sin
ningún tipo de sobresaltos.
Conversan. Ríen. El
secretario y el gerente cano conversan de fútbol. Sobre Boca. Ella se incomoda
un poco, pues sobre el tema no está al tanto. Pero igualmente sabe
desenvolverse.
Piden cafés.
Los interrumpen.
Retoman conversaciones.
Llegan a conclusiones y
deciden sencillamente que hay que despedirme.
Me despiden.
Cada uno vuelve a su
oficina.
Retoman sus actividades
luego de un breve impasse. Luego de un escueto recreo.
Y nosotros tenemos
temor. Tenemos miedo,
Y nosotros no nos escribimos,
no nos comunicamos. No nos representamos.
Nosotros seguimos así,
incomunicados.
¡Acá… acá compañeras y
compañeros no ha pasado nada!
¿Cómo es que dejamos
que jueguen al truco contra nosotros con las cartas marcadas?
Vemos que nos hacen
trampa y… ¿no vamos a decir nada?
Y hora, ¿qué tal si nos
organizamos?
¿Qué tal si ponemos un
poco el ceso en funcionamiento?
¿Qué tal si le ponemos
límites al abuso y pedimos que se baraje de nuevo?
Pero esta vez, sin
trampas. Nos lo merecemos…sencillamente porque nosotros jugamos limpio,
lealmente. Sin marcar cartas, sin espiar cartas ajenas.
Compañeras y compañeros
del Consejo, no somos nosotros quienes debemos tener miedo. Son ellas y ellos,
las autoridades, las que deben realmente temer. Son ellas las que no quieren
que se rompa el pacto de silencio que se estableció entre ellas, ellos y
nosotros. Ellas callan, nosotros callamos y mientras tanto nos pasan por
encima. Ellas están organizadas. Ellas tienen poder de decisión sobre nosotros.
Nosotros no tenemos nada…
Compañeras y
compañeros, existe todo un marco legal que está por encima de lo que sucede en
el Consejo. Hay toda una legislación laboral que mal o bien nos protege. No
somos nosotros, son ellas y ellos quienes pisotean las leyes laborales. Son
ellas y ellos las que deben temer. Son ellas y ellos las que saben que hacen
las cosas mal. Son ellas y ellos las que deben tener vergüenza.... Saben que no
cumplen. Saben que tienen cuentas que rendir.
Saben que solo las
sostiene nuestro temor, nuestro mantener la boca cerrada. Saben que solo se
sostienen por las cosas que nosotros callamos, y aún así son soberbias y
soberbios. Aún así nos tratan con desdén.
Sucede que justamente
esta es su estrategia. Hay que apretar, apretar y apretar para que uno no se
avive. Para que uno no se dé cuenta. Para que uno no tome consciencia. Meter, miedo, miedo y medio para que uno no
levante la cabeza. Para que uno solo mire hacia abajo, hacia el suelo.
Mientras todos miremos
hacia el suelo no hay ningún problema. Mientras todos miremos la baldosa, acá
no pasó nada…está todo bien. Mientras tanto, fueron despidiendo selectivamente a
compañeras y compañeros.
Hay que darse cuenta y
hacerse cargo de lo que sucede. Mientras una o uno se haga el tonto, no pasa
nada, todos “felices” y “conténtenos”. Aquellos que osaron cuestionar algo,
automáticamente fueron despedidos.
Y no se puede trabajar
en un ambiente así. Ya no por los compañeros que despidieron, sino porque este
no es un trato respetuoso hacia nosotros.
No son estas las formas...
No somos ganado, al cual se lo maneja de acá para allá. No somos vacas que solo miramos al suelo y nos dicen a dónde ir. Compañeras y compañeros, en el Consejo pasan cosas. Pasan muchas cosas. Se trabaja en un ambiente de sumisión absoluta, y ello no puede continuar. Es por ello, que hay que dejar de rumiar, hay que levantar la voz, conversar entre nosotros y ver la manera de organizarnos.
No somos ganado, al cual se lo maneja de acá para allá. No somos vacas que solo miramos al suelo y nos dicen a dónde ir. Compañeras y compañeros, en el Consejo pasan cosas. Pasan muchas cosas. Se trabaja en un ambiente de sumisión absoluta, y ello no puede continuar. Es por ello, que hay que dejar de rumiar, hay que levantar la voz, conversar entre nosotros y ver la manera de organizarnos.
Es por ello que celebro
la creación del Blog.
Por algún lugar se
comienza. Después, ya veremos qué es lo que organizamos...
Y por sí alguna "autoridad" nuevamente quiere saber quien escribió esto, no se moleste en buscarlo, ya que la firmo con mí nombres y apellido. Pues, yo no miento. Digo la verdad.
Y además, ya no me hace falta la protección de ningún anonimato, anonimato que ustedes se encargaron muy bien de violar.
Saludos...
Santiago Blas
Villani